La belleza nos deslumbra a los seres humanos. Vemos a una persona que nos parece atractiva y, de manera casi instintiva, le adjudicamos otra serie de cualidades (inteligencia, simpatía, bondad...). Y, en ocasiones resulta que sí, que la persona además de guapa t es todo eso, y otras veces sucede que no. Pero ese prejuicio que nos lleva a discriminar positivamente a las personas físicamente más agraciadas no es exclusivo de los adultos. A los niños les sucede lo mismo.
Los investigadores realizaron su investigación con 138 niños, divididos en grupos de edades hasta alcanzar los doce años. A todos ellos se les mostraron diversas caras humanas generadas con un sistema informático, y que tenían en común el hecho de que la expresión de su rostro era completamente neutra. Ni inspiraban simpatía, ni tampoco temor.
A los pequeños se les pidió primero que eligieran aquellos rostros que les inspiraban más confianza y, un mes después, se les volvió a mostrar las mismas caras para que escogieran las que les parecían más atractivas. Y los resultados del experimento revelaron que los niños de más edad se mostraban más proclives a confiar en los adultos. Pero, los investigadores también observaron que eran los rostros que se consideraban más atractivos los que inspiraban más confianza a los niños.
Fuente: EurekaAlert.